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En esta ocasión vamos a ver la descripción de las acequias canales y acueductos de la ciudad de México un poco más a detalles y una por una, para entender más como funcionaban y cuál era su ruta.
Estas son las acequias más importantes que formaban parte de la Ciudad de México
Acequia de Santa Ana-Santa Isabel
El nombre de esta distinguida acequia no se originó, como a menudo se presume, en homenaje a una Alteza Serenísima, sino en virtud de uno de sus brazos que fluía al norte del venerable templo de Santa Ana Atenantitech. Desde la encrucijada de Flores Magón, esta corriente acuática se deslizaba hacia el sur, atravesando la zona de Eje Central, donde se erigían varios puentes notables.
Entre ellos, se destacaban el Puente de las Guerras (donde se ramificaba en dos brazos), el Puente de los Ángeles, el Puente de Santa María, el Puente del Zacate (también conocido como Perú), el Puente de Villamil, el Puente Juan Carbonero y el célebre Puente de la Mariscala, ubicado en la avenida Hidalgo, justo en frente del Convento de Santa Isabel, hoy conocido como el majestuoso Palacio de Bellas Artes.
Siguiendo su curso, esta acequia atravesaba el Puente de San Francisco (situado en la intersección de Juárez y Madero) y culminaba en el Puente del Hospital Real, localizado en la intersección de Venustiano Carranza y Artículo 123, donde se encontraba su desenlace, uniendo su flujo con la Acequia Real. Además, marcaba los límites septentrionales que dividían la ciudad de Santiago Tlatelolco, a través de un ramal que se adentraba al oriente, serpenteando por los barrios de Peralvillo y Tepito a lo largo de la calle Matamoros.
Entre los puentes que cruzaban esta acequia se incluyen el Puente de Santiago (anteriormente denominado Allende), el Puente Tecolotes (conocido como Comonfort), el Puente de Santa Ana (ubicado en Peralvillo) y el Puente de Chirivitos (situado en Jesús Carranza).
Posteriormente, se fusionaba con la Acequia de Zorrilla antes de llegar a su destino final en la Compuerta de Tepito. Sin embargo, lamentablemente, en el año 1882, esta venerable acequia fue sellada, marcando así el final de su legado histórico en la ciudad.
Acequia de San Pedro y San Pablo
Un antiguo cauce que fluía desde Tezontlale y conectaba con la Acequia del Carmen despierta nuestra curiosidad histórica. Esta corriente de agua, después de atravesar el convento en una dirección hacia el sur, serpenteaba con gracia entre los edificios hasta llegar a Girón, donde cruzaba sobre los icónicos puentes de San Sebastián (anteriormente conocido como Bolivia) y del Cuervo (renombrado como Colombia). En su travesía final, tomaba un giro hacia el poniente y desembocaba en el Puente de San Pedro y San Pablo, marcando así los límites del Colegio Máximo en aquel entonces.
Esta narrativa nos transporta a un tiempo pasado, revelando la intrincada red de acequias que una vez irrigó la ciudad, y cómo estas vías de agua históricas moldearon su paisaje urbano.
Acequia del Carmen
Al sur de Tezontlale, descubrimos la fascinante Acequia del Carmen, que recibió su nombre en honor a su proximidad a la plaza del Convento de los Carmelitas Descalzos. Este cauce fluvial emergía desde el oeste, a lo largo de la calle Violeta, y posteriormente, después de atravesar Santa María en el punto donde se erige el Puente del Zacate, continuaba su camino por la República de Perú, justo en frente de la Plaza de Montero, a escasa distancia de la Plaza del Jardín (más tarde conocida como Garibaldi) y del vibrante barrio de La Lagunilla.
Siguiendo la dirección de poniente a oriente, la actual República de Perú estaba compuesta por distintos segmentos como Cerca de San Lorenzo, Espalda de la Misericordia, Puerta Falsa de Santo Domingo, Pulquería de Celaya y Apartado. A lo largo de su recorrido, cruzaba bajo varios puentes notables como el Puente de la Misericordia (también conocido como Allende), el Puente Santo Domingo (identificado como Brasil), el Puente Leguísamo (llamado Argentina) y el Puente del Carmen (conocido como Carmen-Aztecas).
Más adelante, tras pasar por el antiguo edificio del Apartado, que hoy en día alberga el Museo Numismático Nacional, llegaba frente a la plaza del Convento del Carmen, que fue famosa por su fuente y la estatua en honor a Miguel Hidalgo, aunque en la actualidad ocupa este espacio la Escuela Primaria Abraham Castellanos, junto a otra amplia plaza denominada La Concordia. Continuando hacia el oriente, atravesaba el Puente de Cantaritos (rebautizado como Torres Quintero-Florida), ubicado en la moderna Manuel de la Peña y Peña, y unos pocos cientos de metros más adelante llegaba a la Compuerta de San Sebastián.
Es importante destacar que el tramo que se extendía desde Santa María hasta el convento carmelita fue sellado en el año 1794, y noventa y dos años después, el segmento oriental de la acequia también sufrió el mismo destino. Este relato nos permite apreciar la rica historia que se encuentra en las entrañas de la ciudad.
Acequia de Tezontlale (Tezontle, Tezontlali)
La histórica Acequia de Tezontlale (conocida también como Tezontle o Tezontlali) fluía majestuosamente desde el oeste hacia el este, serpenteando a través de la ciudad de antaño. Su curso la llevaba entre dos cementerios ya desaparecidos, Santa Paula al sur y San Andrés al norte, en el pintoresco barrio de Santa María la Redonda-Cuepopan. Esta serpentina de agua atravesaba la renombrada Calzada de Santa María (conocida como Eje Central en la actualidad), cambiando su denominación a Puente de las Guerras a la altura del cruce con la acequia, en conmemoración al puente que se erigía sobre ella. Más adelante, la acequia adentraba en la urbe a través de la Calle de Órgano, pasando por debajo de los icónicos puentes: el Puente del Clérigo (también conocido como Allende) y el Puente de los Esquiveles (llamado Carrizo-Comonfort), para luego incorporarse al Eje 1 Norte en las proximidades del Puente de Tezontlale (hoy en día conocido como República de Brasil). En su trayecto, transitaba por el Callejón de los Puentecitos (actualmente denominado Callejón Ecuador) y cruzaba el Puente Blanco ubicado en la calle del Relox (hoy Argentina), justo en la ubicación actual de la Librería Porrúa, en las cercanías del majestuoso Templo Mayor.
Al llegar al punto donde la calle Ecuador se transformaba en Costa Rica, justo en frente del actual Mercado de Granaditas, la acequia se adentraba en una zona escasamente urbanizada, al menos hasta mediados del siglo pasado. En la esquina de la calle Florida, se fusionaba con la Acequia de Zorrilla. Sin embargo, lamentablemente, en 1882, el flujo de Tezontlale fue interrumpido, marcando el fin de una parte importante de la historia de la ciudad.
Acequia de Monserrat (Monserrate, Montserrat)
Emergiendo a pocos metros de la esquina de Toribio-Cruz Verde (conocida como Izazaga) y Monserrate (en Isabel la Católica), se encontraba la enigmática Acequia de la que queremos hablar. Esta antiquísima vía de agua se adentraba en la periferia indígena del sur a través de un callejón que lamentablemente ha desaparecido con el tiempo.
Su recorrido la llevaba a cruzar la calle Nezahualcóyotl, integrándose a la vía Isabel la Católica, en medio de los asentamientos de San Salvador el Seco al oeste y San Salvador el Verde al este. Tras atravesar el Puente de Carretones, la acequia tomaba un giro hacia el sureste y se adentraba en la Rinconada de la Chinampa (una calle que ha quedado en el olvido con la creación de Fray Servando), ubicada dentro del barrio de El Verde.
Su travesía continuaba hasta llegar a Necatitlan (en la actual 5 de Febrero), cerca de Tlaxcoaque, donde se unía con la Acequia de Xoloc-Chimalpopoca-San Antonio Abad, que a su vez conectaba con la Acequia de Roldán hacia el este. En épocas de lluvias, esta zona se transformaba en una vasta ciénega chinampera, recordándonos la importancia del manejo del agua en la historia de la ciudad.
Además de la Acequia de la Merced-Regina, otras acequias desempeñaron roles fundamentales en el tejido urbano. Las Acequias no navegables formaban parte del colosal proyecto conocido como la Zanja Cuadrada, una construcción novohispana tardía diseñada en parte con fines fiscales y defensivos.
Estas acequias incluían la de San Diego, que alternaba entre canal y ciénega, y era notoria por ser el lugar donde arrojaban las cenizas de los ejecutados por la Inquisición. También se contaban las de los barrios de Niño Perdido y Candelaria de los Patos, que albergaban a estas aves migratorias, así como la Acequia de Santa Veracruz y las acequias laterales que delimitaban el Paseo de Bucareli.
Las acequias fueron testigos tardíos de los antiguos rasgos lacustres de esta metrópoli, cuya comprensión no puede obviar su profunda relación con el agua. Su desaparición no solo supuso la pérdida de elementos comerciales, urbanísticos y viales, sino también la desaparición de rasgos identitarios de los barrios y sus habitantes, cuyos orígenes se remontan al siglo XIV. Sin embargo, en ocasiones, durante épocas de lluvias, el agua regresa para inundar las aceras y calles, recordándonos que la ciudad aún guarda en su corazón una nostalgia o temor por su pasado acuático.
Acequia de la Merced-Regina
Una de las históricas acequias «interiores» que recorrieron la Ciudad de México fue la de la Merced-Regina, cuyo origen se encontraba en el extremo sur de la Acequia de Santa Isabel. Esta canalización de agua trazaba un recorrido serpenteante a través de las calles y vecindarios de la ciudad, dejando su huella en el tejido urbano.
Comenzando en la calle de Zuleta, la acequia tomaba un giro hacia el sureste, atravesando manzanas y emergiendo en la calle de Ortega (hoy conocida como Uruguay). Luego, pasaba por la esquina donde se alzaba el Puente Quebrado (Salvador), conectando con la calle de las Ratas (Aldaco) y continuando hacia la esquina de Mesones y Bolívar. Llegaba a Regina, cerca del Convento de Regina Coeli, y avanzaba casi hasta la esquina de Tornito de Regina-San Jerónimo, finalizando su trayecto en el Puente del Monzón (Isabel la Católica), donde en la actualidad se encuentra la Casa de la Acequia.
En este punto crucial se entrelazaban tres acequias: la Merced, la Chapitel (dirigida hacia el poniente) y la Monserrat (que se dirigía hacia el sureste). La acequia de la Merced seguía su curso al noreste en dirección al barrio de la Merced, atravesando la calle Isabel la Católica y adentrándose en los puentes de Aduana Vieja (5 de Febrero y Regina), de Jesús (ubicado en Mesones, casi en la esquina con Pino Suárez, frente al hospital homónimo), Balvanera (en Correo Mayor, en la esquina con Salvador) y luego adentrándose en las propiedades entre la manzana de Correo Mayor-Las Cruces. Finalmente, llegaba a la esquina de Puerta Falsa de la Merced (Uruguay) con la calle de Fierro (Jesús María, a pocos metros del Convento de la Merced y del templo de San Pablo).
La acequia continuaba su curso hacia el oriente en línea recta sobre la calle Uruguay hasta llegar al Puente de Santiaguito, donde se encontraba con la Acequia de Roldán. A unas cuadras de distancia, entre Uruguay y Manzanares, el canal se introducía nuevamente entre las viviendas, atravesando la callejuela de Santo Tomás para reaparecer en Manzanares, frente al templo del Señor de la Humildad. Su recorrido seguía al noreste, serpenteando entre las casas y cruzando el puente del Rosario (en la esquina de Corregidora con Rosario) hasta llegar a su destino final en la Zanja Cuadrada (en Congreso de la Unión), al sur de la Garita y la Compuerta de San Lázaro.
Este relato nos permite apreciar la compleja red de acequias que una vez cruzaron la ciudad, dejando su huella en su desarrollo histórico.