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En las crónicas iniciales, en Bucareli se describía como un encantador lugar rodeado de árboles, ofreciendo vistas pintorescas de majestuosas montañas. Descubrir su fascinante historia demanda disposición para dar un recorrido de más de mil pasos, deteniéndose en el camino para desentrañar enigmas del pasado y experimentar de cerca la esencia arquitectónica característica del período del Porfiriato.
La esencia de Bucareli es similar a la de un cuerpo adornado con lunares que se extienden desde la cabeza hasta los pies. A simple vista, estos puntos no siempre resplandecen, pero cuando se observa con detenimiento, desde diferentes ángulos y direcciones, tus ojos serán gradualmente cautivados por ellos.
Minúsculos, grandes, a veces difusos… cada lunar representa un rasgo de nacimiento que narra una historia que data del siglo XVII. Estos lugares han sido testigos del paso de millones de calzados a lo largo de diversas épocas, y a pesar del transcurso del tiempo, siguen vibrando con vida.
Las crónicas iniciales retrataron este espacio como un área frondosa, especialmente adornada con ahuehuetes y fresnos, desde donde las montañas se divisaban con majestuosidad. Aquí convergían personas de todas las clases sociales: políticos, militares y civiles. Algunos caminaban, otros a caballo, y unos pocos se desplazaban en carruajes.
Cada tarde, la población disfrutaba de paseos alrededor de las tres fuentes que embellecían la serena senda. Sin embargo, eran los domingos y festivos los días preferidos por la gente para emprender este recorrido, tal como relata la marquesa Madame Calderón de la Barca, una destacada cronista del siglo XIX que documentó la vida en la Ciudad de México.
Bucareli ostenta el título de ser el «segundo paseo más relevante» en la ciudad, justo después de La Alameda, que se remonta a 1590. De acuerdo con Édgar Tavares López, experto investigador y catalogador de monumentos históricos y artísticos, el nombre de este lugar proviene del virrey Antonio María de Bucareli y Ursúa, quien inauguró este emblemático espacio en 1778. Si buscas sumergirte en la historia de la Ciudad de México, explorar Bucareli es un viaje que no debes pasar por alto.
Explorando la Historia de Bucareli: Paseo desde la Glorieta de La Acordada hasta la Garita de Belén
Adentrarnos en la rica historia de Bucareli nos llevó a recorrer la vía que se extiende desde la antigua glorieta de La Acordada, ahora hogar de la estatua de Enrique Carbajal conocida como «El Caballito», hasta la otrora ubicación de la garita de Belén, marcada por el cruce de Avenida Chapultepec y Cuauhtémoc. Este viaje implica estar dispuesto a dar más de mil pasos y dedicar unos minutos a detenerse, permitiendo desvelar los enigmas históricos que forman la anatomía de este lugar y sentir en la piel la arquitectura característica del Porfiriato.
Según las palabras del reconocido cronista Tavares López, la Ciudad de México experimentó un crecimiento modesto durante los tres siglos de dominio español, lo que hace que el surgimiento de este paseo destaque con un esplendor singular en la historia urbana. «Para mí, representa un hito urbanístico de suma importancia, sin comparación desde la perspectiva histórica», destaca nuestro guía en esta travesía.
Este recorrido atestiguó momentos cruciales: la entrada del Ejército Trigarante en 1821, marcando la consumación de la Independencia del país; presenció la Decena Trágica, los estruendos de los cañonazos en el Reloj Chino, y fue testigo del paso de figuras icónicas como Fidel Castro y Ernesto Che Guevara. Aquí resonaron los pasos de poetas de renombre como Octavio Paz, Renato Leduc y Ramón López Velarde. Fue el escenario donde miles de ejemplares del diario Excélsior circularon bajo la dirección del influyente periodista Julio Scherer. Además, fue el crisol en el que nacieron movimientos literarios, incluido el infrarrealismo con sus destacados exponentes Mario Santiago Papasquiaro y Roberto Bolaño. Así, a lo largo de los siglos, este tramo de la ciudad se ha consolidado como un espectáculo caleidoscópico de su historia multifacética. Si anhelas sumergirte en la trama evocadora de Bucareli, este paseo es una travesía que no puedes dejar pasar.
Los Últimos Testigos de Bucareli: Un Vistazo al Patrimonio Cultural e Histórico de La Gaona
En el corazón de Bucareli, una puerta de madera desgastada y de tono rojizo se convierte en el acceso al segundo complejo residencial multifamiliar que cobró vida en la Ciudad de México: La Gaona (1922). Tavares nos guía describiendo su estilo neocolonial adornado con cornisas de diseño mixtilíneo y una puerta de imponentes dimensiones. El nombre local para estas puertas de nogal, es el mismo con el que María del Carmen Hernández, residente desde su infancia, nos da la bienvenida. Esta morada fue legada a ella y a su madre por su padrino, el cineasta de filmes gansteriles, Juan Orol.
Dentro de los muros de este condominio, Maricarmen (como cariñosamente la llaman sus vecinos) recuerda con nostalgia las posadas que solían frecuentar artistas como Silvia Pinal y Pita Amor. Nos adentramos en su «privado», un departamento que rinde tributo al antiguo Bucareli a través de sus paredes tapizadas con fotografías evocadoras. Maricarmen nos cuenta la historia del torero Rodolfo Jiménez Gaona, quien adquirió el inmueble en las décadas de 1920 y 1930 con la intención de brindar vivienda a las familias ligadas a la tauromaquia. En las décadas siguientes, Orol y Jiménez cruzarían sus caminos.
Hoy en día, este edificio ostenta el título de patrimonio cultural e histórico, honrado por el Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA) y el Instituto Nacional de Artes e Historia (INAH). «La Gaona es uno de los tesoros más valiosos de Bucareli», enfatiza Maricarmen. «Este es el hogar de los últimos testigos de esta calle, portadores de innumerables anécdotas», agrega, respaldada por su formación como arquitecto en la Universidad Autónoma de México (UAM).
Desde su espacioso hogar, Maricarmen disfruta de un balcón con vistas hacia la sede actual de la Secretaría de Gobernación, conocida como el Palacio Cobián. Esta residencia fue ocupada en el pasado por Don Feliciano Cobián y Rosalía Fernández, comerciantes y algodoneros españoles que, según el cronista Salvador Novo (1904-1974), transformaron un predio utilizado antiguamente por el tranvía de vía Angosta de México, Tacubaya y Mixcoac en este espléndido palacio. Con un estilo renacentista italiano y un aire sumamente europeo, como observa Tavares.
En el medio, se ubicaba la glorieta de Bucareli adornada con la fuente de La Libertad del arquitecto Joaquín Heredia. Un episodio notable en la historia de esta área fue el obsequio del último emperador chino, Puyi, de la dinastía Qing: un reloj que simbolizaba la amistad entre los gobiernos chino y mexicano, con motivo del centenario de la Independencia en 1910. Sin embargo, en 1913, durante el derrocamiento de Francisco I. Madero, este reloj fue derribado por cañonazos. En el bicentenario de la Independencia, la revista China Hoy contribuyó a su reconstrucción mediante donaciones, rescatando así un pedazo significativo de la historia de Bucareli.
Descubre los Encantos de La Ciudadela y La Gaona en Bucareli
Justo en las inmediaciones se encuentra La Ciudadela, un emblemático recinto que resguarda una colección de cañones históricos. Actualmente transformado en un parque, este espacio atrae a visitantes para pasear a sus mascotas, disfrutar de la lectura, dar relajantes caminatas o brindar momentos de juego a sus hijos.
En la esquina cercana a La Gaona, una placa modesta se alinea junto a cables eléctricos, exhibiendo el nombre del autor de la obra: Ángel Torres-Torija. Desde aquí, se obtiene una vista panorámica de los escudos representativos de cada entidad de la República. María del Carmen Hernández, una figura prominente en la defensa vecinal contra los despojos inmobiliarios de este edificio, señala con orgullo las figuras de los siete virreyes, entre ellos el virrey Bucareli, esculpidas en la fachada de tezontle. Cada uno de estos retratos está enmarcado por un mosaico compuesto por cuarenta piezas de teselas en tonos de azul cobalto y amarillo, técnicas que eran comunes en aquella época.
Con una sonrisa, Hernández destaca un detalle curioso: «Fíjate en cómo no tiene una ‘hache’, es una ‘efe’. Parece que dice ‘Fernán’ en lugar de ‘Hernán Cortés'», comentando sobre algunas piezas que se encuentran desgastadas y otras con defectos, un recordatorio de la duradera influencia del tiempo. En la misma pared, se hallan los conocidos «ojos de buey»: pequeñas ventanas circulares que dejan pasar los rayos del sol. La experta explica que algunas de estas ventanas cuentan con tragaluces en forma de pirámides, diseñados de esta manera debido a la necesidad de conservar el calor en las antiguas edificaciones.
Descubre el encanto que albergan La Ciudadela y La Gaona en Bucareli, y sumérgete en la fascinante historia que yace entre estas paredes.
Un Fascinante Paseo por Bucareli: Historia y Encanto en Cada Rincón
El comienzo de este histórico paseo se encuentra marcado por el icónico edificio del periódico Excélsior, un diseño de Silvio Contri, ubicado en el número 18. Los elementos originales como las entradas, ventanales y balcones, todos generosamente amplios, conservan un toque de la arquitectura afrancesada característica del Porfiriato, según nos comparte Tavares.
La atmósfera circundante ofrece un equilibrio entre lo antiguo y lo contemporáneo: el aroma de los puestos de tacos se mezcla con el sonido de los cláxones de los autos. En el área, varios negocios de autopartes, establecidos desde mediados del siglo pasado, evocan un sentimiento de nostalgia. Maricarmen destaca: «La mayoría de los negocios en esta zona son de esta índole, con raíces que se remontan a muchos años atrás».
En tiempos pasados, los caminos de este paseo resonaban con el galope de caballos y el giro de las ruedas de madera, rodeados por «más de dos mil fresnos sembrados en este lugar», como relató el ensayista e historiador Salvador Novo, cuyas crónicas sobre la ciudad fueron recopiladas en el libro «Los Seis Siglos de la Ciudad de México», publicado por el Fondo de Cultura Económica.
El libro «La Vida en México», de la escocesa Madame Calderón de la Barca (1804-1882), describe vívidamente la escena de antaño: «una larga y ancha avenida orlada con los árboles… se halla una fuente grande de piedra, cuyas centelleantes aguas se asemejan frescas y deliciosas, y que remata una dorada estatua de la Victoria. Aquí, cada tarde, pero de preferencia los domingos y días de fiesta, estos últimos no tienen fin, se pueden ver dos largas filas de carruajes llenos de señoras, multitud de caballeros montando a caballo entre el espacio que dejan los coches, soldados, de trecho en trecho, que cuidan el orden y una muchedumbre de gente del pueblo y de léperos, mezclados con algunos caballeros que se pasean a pie…».
Tavares, el experto, enfatiza el papel que jugaba la orientación de la avenida: «El historiador Manuel Orozco y Berra (1816-1881) solía destacar la sensación de disfrutar del aire libre y tener una vista panorámica hacia el occidente, mientras el sol del oriente bañaba el lado derecho de la cara».
Al acercarse al final de esta travesía, justo antes de que Bucareli se interseque, aparece el edificio de La Mascota (1912). Reconocido como el primer condominio en la Ciudad de México, este edificio diseñado por el ingeniero Miguel Ángel de Quevedo desemboca en tres entradas nombradas en alusión a marcas de cigarros, dado que fue mandado a construir por Ernesto Pugibet, dueño de una fábrica de tabacos, para sus administradores. Esta edificación, moderna desde sus cimientos, solía albergar un café donde se rumorea que el poeta Ramón López Velarde escribió su poema «La Suave Patria».
Al cruzar la calle, se encuentra el edificio Vizcaya, obra de Roberto Servín. A pesar del paso del tiempo, este edificio sigue representando la arquitectura de la era de Porfirio Díaz, con toques muy afrancesados. Con apartamentos espaciosos y una azotea convertida en área de descanso, el edificio encarna la continuidad de un estilo. En la planta baja, una cantina, con su nombre intacto desde 1939, atrae con sus puertas plegables. El acceso está limitado a mayores de edad y uniformados militares, como advierte un letrero. En el exterior, botellas de cerveza vacías resguardan su entrada, incluyendo las primeras Kloster que llegaron a México. En el interior, los acordes de jazz de la estación Horizonte llenan el espacio a diario. El alemán de ojos claros que la regenta se comunica en silencio. Un mecánico de autopartes revela: «Este lugar solía ser el punto de encuentro para muchos bohemios de mediados del siglo pasado».
Embarca en este apasionante paseo a través de Bucareli, donde cada paso revela los tesoros y la historia entrelazada de la Ciudad de México.
Recuperando la Esencia de Bucareli: Lugares Emblemáticos que Resisten el Paso del Tiempo
Para Tavares, seis lugares son las auténticas columnas de la historia que sostienen la esencia de Bucareli: el icónico edificio que albergó al periódico Excélsior, el evocador Reloj Chino, el enigmático La Gaona, el majestuoso Palacio de Feliciano Cobián, el distintivo La Vizcaya y el nostálgico La Mascota. «Estos lugares representan lo mejor de nuestro paseo. Con árboles imponentes, fuentes que cuentan historias y glorietas emblemáticas… si hubieran sido preservados, poseeríamos dos paseos de una belleza extraordinaria: Bucareli y La Alameda. Sin embargo, en la actualidad, lamentablemente, Bucareli muestra señales de descuido», comenta.
En su apogeo, la amplitud de Bucareli, según relata Salvador Novo, se extendía por tres caminos: uno para carruajes, otro para caballos y un tercero para peatones. No obstante, el paso del tiempo y la creciente urbanización llevaron a un acortamiento del paseo. «En la ciudad moderna, el acto de pasear ha sido desplazado por la invasión automovilística, y esos momentos de sentir los latidos de la ciudad se han perdido», lamenta Tavares.
El virrey Bucareli tenía un ambicioso propósito: embellecer este paseo para crear una conexión entre la Alameda y la garita de Belén, formando así un acceso al bosque similar a los elegantes Paseo de Recoletos en España o los Campos Elíseos en Francia. El fallecido cronista Guillermo Tovar y de Teresa explicaba en 2005 al diario El Universal que esta visión buscaba emular las grandiosas avenidas de Europa. Sin embargo, con el surgimiento del Paseo de la Reforma en 1867, la presencia de Bucareli se vio eclipsada. A pesar de los estragos del tiempo, el arquitecto considera que «en comparación con otras calles, se mantiene en un estado admirable».
Tavares destaca con pasión: «Este lugar es un epicentro vital, experimentó una transformación notable desde finales del siglo XVIII hasta el XIX». Añade que las edificaciones presentes en la zona son testigos de la precisión arquitectónica que caracterizaba la época y siguen siendo funcionales en la actualidad, conservando su autenticidad y aportando un vínculo valioso con la historia de la ciudad.